En el segundo volumen de Otero de Herreros: La historia rescatada, Javier Monjas Blasco se introduce de lleno en el pasado plenamente documentado de un Otero que, sin embargo, aún no debía existir, según el relato que el cronista Carlos de Lecea había establecido a comienzos del siglo XX a partir de las noticias -también erróneas y seguramente interesadas- del Marqués de Mondéjar a finales del XVII. Legitimada ya de forma inequívoca en el primer tomo de este libro la existencia medieval de Otero, vuelven a cobrar sentido las crónicas que insistían en situar en Oter de Ferreros -o Tor de Ferreros- la famosa entrevista del 7 de enero de 1407 entre el obispo de Segovia, Juan de Tordesillas, enviado por la reina Catalina de Lancaster, y el infante Fernando -más tarde Fernando I de Aragón-, con el fin de negociar el futuro de la regencia a la muerte de Enrique III.

El autor del presente estudio aporta nuevos datos que contribuyen a afianzar como celebrada en Otero aquella dramática negociación de la reina recién enviudada, dis-puesta a renunciar a la corregencia de Castilla a cambio del permiso para mantener junto a ella a su hijo de veintidós meses, el príncipe de Asturias y posterior Juan II. Los ruegos de una madre desesperada y sola, envuelta en un torbellino de conspira-ciones nobiliarias, se manifiestan en un Otero de Herreros donde hacía apenas tres meses que un agonizante Enrique III asimismo había signado una masiva concesión económica destinada a su hermano Fernando con el fin de consolidar su ya inevitable papel rector del reino.

Javier Monjas Blasco no solo recupera del olvido el antiguamente conocido como Palacio de la Nava de Otero de Herreros donde debieron celebrarse aquellos acon-tecimientos, sino que estudia, también con documentos en la mano, los posibles in-tereses que pudieron llevar a Carlos de Lecea a pergeñar una historia oterana por completo tergiversada a pesar de los datos que se obstinaban en una versión diferente a la que terminó anulando hasta hoy la existencia medieval de Otero. En el proceso desencadenado por la Desamortización de Pascual Madoz, Carlos de Lecea se había hecho con el control de una vasta cantidad de fincas comunales, y, entre ellas, con la dehesa boyal que, según el Marqués de Mondéjar, había sido cedida al concejo en virtud de un censo perpetuo otorgado por sus antepasados, acuerdos que por entonces otras familias segovianas sucesoras de los linajes reclamaban en rentas actualizadas más de cuatro siglos después de que aquellos pactos fueran cerrados.

Sin embargo, el Ferreros de la correría serrana del Arcipreste de Hita, como otras pequeñas aldeas más tarde yermas, en lugar de a nubes de mosquitos, entonces se enfrentaba al terrible avispero señorial de la época, mientras que Otero, en vez de fundado con aquel éxodo, no hizo sino aliviarlo.