ESCENA PRIMERA ANA KENNEDY, nodriza de la Reina de Escocia, disputando con viveza con PAULETO, que se empeña en abrir un armario. DRUGEON DRURY, con una palanqueta de hierro.
ANA. ¿Qué hacéis, sir? ¡Qué nueva indignidad!... Dejad este armario.
PAULETO.??¿De dónde proceden estas joyas arrojadas del piso superior para seducir al jardinero? ¡Maldita sea la astucia mujeril! A pesar de mi vigilancia y mis atentas investigaciones, todavía encuentro objetos preciosos y tesoros escondidos. (Echa abajo las Puertas del armario.) Sin duda, hay otros aquí.
ANA.??Retiraos, temerario. Aquí se guardan los secretos de mi señora.
PAULETO.??Que es precisamente le que busco. (Saca algunos papeles.)
ANA.??Papeles insignificantes, ejercicios de escritura para hacer más llevadero el triste ocio de la prisión.
PAULETO.??En el ocio, suele tentarnos el enemigo malo.
ANA.??Son escritos en francés.
PAULETO.??Peor que peor; esta es la lengua de nuestros enemigos.
ANA.??Estos son borradores de cartas a la Reina de Inglaterra.
PAULETO.??Yo se los remitiré: ¿pero qué veo brillar aquí? (Aprieta un resorte secreto y saca una joya de un cajoncito oculto.) ¡Una diadema real con piedras preciosas y adornada con las flores de lis de Francia!
(La entrega a su segundo.)
Júntala a los demás objetos, Drury y guárdala.
(Drury se va.)
ANA. ?? ¡Tan afrentosa violencia se nos fuerza a soportar!
PAULETO.??Mientras algo posea, algo podrá hacer en nuestro daño, porque todo se convierte en arma en sus manos.
ANA.??Sed compasivo para con ella, sir, y no le arranquéis el último ornato de su existencia. La desgraciada se regocija aún de cuando en cuando a la vista de las insignias de su antiguo poder, pues cuanto tenía se lo habéis arrebatado.
PAULETO.??Se halla en buenas manos, y os será devuelto a su tiempo.
ANA. ¿Quién diría, al aspecto de estos muros, que aquí vive una reina?... ¿Dónde se halla el dosel, que la cobijó en su trono? ¿Cómo su delicado pie, habituado a hollar blando tapices, podrá acostumbrarse al duro suelo? Se le sirve a la mesa con grosera vajilla de estaño, que desdeñaría la más humilde esposa del último gentil-hombre.
PAULETO. Así trataba ella a su marido en Sterlyn, mientras bebía en copas de oro en los brazos de su amante.
ANA.??¡Ni un espejo tenemos siquiera!
PAULETO.??Mientras le sea dado contemplar su vana imagen, abrigrará en su pecho esperanza y osadía.
ANA.??Ni un libro para entretenerse.
PAULETO.??Le hemos dejado la Biblia, para corregir su corazón.
ANA.??¡Hasta el laúd le habéis quitado!
PAULETO.??¡Cómo se servía de él, para entonar canciones amorosas!
ANA. ¿Esta es la suerte que reserváis a quien fue educada con delicadeza, reina desde su cuna, crecida entre los placeres de la corte brillante de los Médicis? ¿No basta haberle arrebatado su poder, y hay que envidiarle sus humildes pasatiempos? En la desgracia, los nobles corazones vuelven al recto camino, pero es siempre muy triste hallarse privado de las menores corrodidades de la vida.
PAULETO.??Sólo sabéis convertir su corazón hacia la vanidad, cuando debiera ponerse sobre sí y arrepentirse; la voluptuosidad y el desorden se expían con las privaciones y la humillación.
ANA.??Si cometió alguna flaqueza en su juventud, sólo a Dios y a su alma debe dar cuenta de ella. No existe en Inglaterra quien pueda juzgarla.
PAULETO.??Pues se la juzgará en los mismos lugares en que fue culpable.
ANA.??¡Culpable!... ¡Si sólo ha vivido aquí entre cadenas!
ANA. ¿Qué hacéis, sir? ¡Qué nueva indignidad!... Dejad este armario.
PAULETO.??¿De dónde proceden estas joyas arrojadas del piso superior para seducir al jardinero? ¡Maldita sea la astucia mujeril! A pesar de mi vigilancia y mis atentas investigaciones, todavía encuentro objetos preciosos y tesoros escondidos. (Echa abajo las Puertas del armario.) Sin duda, hay otros aquí.
ANA.??Retiraos, temerario. Aquí se guardan los secretos de mi señora.
PAULETO.??Que es precisamente le que busco. (Saca algunos papeles.)
ANA.??Papeles insignificantes, ejercicios de escritura para hacer más llevadero el triste ocio de la prisión.
PAULETO.??En el ocio, suele tentarnos el enemigo malo.
ANA.??Son escritos en francés.
PAULETO.??Peor que peor; esta es la lengua de nuestros enemigos.
ANA.??Estos son borradores de cartas a la Reina de Inglaterra.
PAULETO.??Yo se los remitiré: ¿pero qué veo brillar aquí? (Aprieta un resorte secreto y saca una joya de un cajoncito oculto.) ¡Una diadema real con piedras preciosas y adornada con las flores de lis de Francia!
(La entrega a su segundo.)
Júntala a los demás objetos, Drury y guárdala.
(Drury se va.)
ANA. ?? ¡Tan afrentosa violencia se nos fuerza a soportar!
PAULETO.??Mientras algo posea, algo podrá hacer en nuestro daño, porque todo se convierte en arma en sus manos.
ANA.??Sed compasivo para con ella, sir, y no le arranquéis el último ornato de su existencia. La desgraciada se regocija aún de cuando en cuando a la vista de las insignias de su antiguo poder, pues cuanto tenía se lo habéis arrebatado.
PAULETO.??Se halla en buenas manos, y os será devuelto a su tiempo.
ANA. ¿Quién diría, al aspecto de estos muros, que aquí vive una reina?... ¿Dónde se halla el dosel, que la cobijó en su trono? ¿Cómo su delicado pie, habituado a hollar blando tapices, podrá acostumbrarse al duro suelo? Se le sirve a la mesa con grosera vajilla de estaño, que desdeñaría la más humilde esposa del último gentil-hombre.
PAULETO. Así trataba ella a su marido en Sterlyn, mientras bebía en copas de oro en los brazos de su amante.
ANA.??¡Ni un espejo tenemos siquiera!
PAULETO.??Mientras le sea dado contemplar su vana imagen, abrigrará en su pecho esperanza y osadía.
ANA.??Ni un libro para entretenerse.
PAULETO.??Le hemos dejado la Biblia, para corregir su corazón.
ANA.??¡Hasta el laúd le habéis quitado!
PAULETO.??¡Cómo se servía de él, para entonar canciones amorosas!
ANA. ¿Esta es la suerte que reserváis a quien fue educada con delicadeza, reina desde su cuna, crecida entre los placeres de la corte brillante de los Médicis? ¿No basta haberle arrebatado su poder, y hay que envidiarle sus humildes pasatiempos? En la desgracia, los nobles corazones vuelven al recto camino, pero es siempre muy triste hallarse privado de las menores corrodidades de la vida.
PAULETO.??Sólo sabéis convertir su corazón hacia la vanidad, cuando debiera ponerse sobre sí y arrepentirse; la voluptuosidad y el desorden se expían con las privaciones y la humillación.
ANA.??Si cometió alguna flaqueza en su juventud, sólo a Dios y a su alma debe dar cuenta de ella. No existe en Inglaterra quien pueda juzgarla.
PAULETO.??Pues se la juzgará en los mismos lugares en que fue culpable.
ANA.??¡Culpable!... ¡Si sólo ha vivido aquí entre cadenas!
María Estuardo
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Autor:
Friedrich Schiller
- Código del producto: 346
- Colección: Teatro
- Categoría: Biografías, literatura y estudios literarios, Calificadores de LENGUA, Obras de teatro, textos teatrales, Textos antiguos, clásicos y medievales, Lenguas indoeuropeas
- Temática: Obras de teatro, textos teatrales, Textos antiguos, clásicos y medievales, Inglés
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ISBN:
- 9788497701600 - PDF Cómpralo aquí
- Idioma: Español / Castellano