ACTO PRIMERO
Salen doña LEONOR e INÉS
LEONOR: ¿Quién será este forastero,
que tan falso y recatado
hace con tanto cuidado
de nuestra calle terrero?
INÉS: De esta casa el primer suelo
es primer cielo, señora,
de la luna de Teodora;
y el segundo es cuarto cielo
de tu sol, cuyo arrebol
da al alba perlas que llore;
y no es posible que adore
la luna, si ha visto el sol.
LEONOR: ¡Quién supiera la verdad
de sus intentos!
INÉS: Leonor,
¿es curiosidad o amor?
LEONOR: Agora es curiosidad,
y está en saber su intención
ser amor.
INÉS: Dame a entender
cómo puede proceder
de saberla, tu afición.
LEONOR: Si tocas de un instrumento
sola una cuerda, verás
que están mudas las demás,
si es disonante su acento;
más si alguna está en distancia
y en consonancia debida,
suena sin tocarla, herida
sólo de la consonancia
de aquella que se tocó;
que mostrar el cielo quiso
la virtud, en este aviso,
de la amistad. Así yo
tengo en tal punto templada
mi pasión, que si supiere
que este galán no me quiere,
será muda o será nada;
mas si adora mi favor,
tocado sólo del viento
de su consonante acento,
sonará también mi amor.
INÉS: Pues si logras este empleo,
de don Juan, ¿qué hemos de hacer?
LEONOR: Poco sentiré perder
lo que ganar no deseo.
Por concierto se ha tratado
conmigo su casamiento;
provecho, y no gusto, siento
en admitir su cuidado.
Y si el forastero es cierto
que me quiere y me merece,
noble, como lo parece,
donde hay amor no hay concierto.
INÉS: Pues de ese cuidado quiero
sacarte.
LEONOR: ¿Cómo?
INÉS: Un crïado
que siempre, señora, al lado
he visto del forastero,
me hace señas, y en la calle
le vi agora; y pues estás
sola conmigo, si das
licencia, quiero llamalle.
LEONOR: Bien dices. Llámale, pues;
y porque venir podría
mi hermano, ponte en espía
en ese balcón, Inés.
INÉS: Ya conoces mi cuidado.
Vase INÉS
LEONOR: No con severo rigor
le niegues la dicha, amor,
a quien la ocasión has dado.
No siempre el dorado arpón
a costa de penas dé
los gustos.
Sale INÉS
INÉS: Ya le llamé,
y sube.
LEONOR: Ponte al balcon.
Amor tengo, y mucho amor,
pues tan turbada le espero.
Vase INÉS y sale CAMPANA
CAMPANA: (La dicha del forastero Aparte
me negoció este favor.
La mozuela se ha rendido
a las señas que le he hecho...
Pero, ¿qué miro? Sospecho
que en el puerto me he perdido.)
Quiere irse CAMPANA
LEONOR: Volved, mancebo.
CAMPANA: Venía...
LEONOR: No os turbéis; yo os he mandado
llamar.
CAMPANA: (Presto me ha faltado Aparte
la dicha que ya creía.)
¿No queréis que me turbara
luego que a veros llegué,
puesto que me deslumbré
de ver el sol cara a cara?
LEONOR: ¿Cómo os llamáis?
CAMPANA: Tengo el nombre
más hinchado y campanudo
que siendo de mujer, pudo
ponerse jamás con hombre,
y el que da cada mañana
a todo preste dormido
más enfadoso rüido.
LEONOR: Decid ya cuál, es.
CAMPANA: Campana.
LEONOR: ¿Quién es ese caballero
a quien servís?
CAMPANA: Claro está,
pues le sirvo, que será
mi amo.
LEONOR: Su nombre quiero
saber.
CAMPANA: Don Diego de Luna.
LEONOR: ¡Buena alcuña!
CAMPANA: ¡Y cómo buena!
Por ser de rayos tan llena,
tiene opuesta la Fortuna.
LEONOR: Pues no le conozco yo,
forastero le imagino.
CAMPANA: No es sino hijo de vecino
del lugar donde nació.
LEONOR: Ya me obligáis a pensar
que oculta prendas mayores.
CAMPANA: ¿Por qué?
LEONOR: Porque es de señores
traer consigo un juglar.
CAMPANA: Cuando imagino que os doy
gusto en esto, ¿os enfadáis?
LEONOR: Sí; que de burlas estáis
cuando de veras estoy;
y con ellas, porque quiero
abreviarlas, os diré
la ocasión por qué os llamé.
Decid a ese caballero
que quien este cuarto habita
es doña Leonor Girón,
cuya sangre y opinión
al sol mismo rayos quita;
que yo he de tomar estado
con hacienda y calidad,
con hermosura y edad
que a mil nobles da cuidado;
y que su mucho asistir
en esta calle, y mirar
a esta casa, puede dar
contra mi honor qué decir;
que su afición importuna
declare a quién solicita,
que a muchas desacredita,
sin obligar a ninguna;
y si, por ventura, es cierto,
como presumo, que adora
la belleza de Teodora,
lo dé a entender; que le advierto
que si constante porfía
ocultando la ocasión,
de las demás la opinión
aseguraré en la mía,
con dar a mi hermano cuenta
de mi ofensa y de su injuria,
porque con violenta furia
ponga remedio en mi afrenta.
Quiere irse doña LEONOR
CAMPANA: ¡Oíd, por Dios!
LEONOR: ¿Qué queréis?
CAMPANA: Pues de vuestro enojo ciego
al arcabuz distes fuego,
que la respuesta escuchéis;
que ya que os habéis llegado
tan de veras a enojar,
de plano he de confesar
al potro de vuestro enfado.
LEONOR: (Bien le he obligado a decir Aparte
la verdad sin declararme.)
CAMPANA: (El caso viene a obligarme, Aparte
por deslumbrarla, a mentir;
que así quiero la intención
de don Diego asegurar,
pues tanto importa ocultar
que es Teodora su afición.)
Don Diego, señora, os vio;
que en esto se cifra todo,
pues decir que os vio es el modo
de asegurar que os amó;
y si algun indicio ha dado
de amar a doña Teodora,
es disimulo, señora,
no verdad de su cuidado;
porque es tan alto sujeto,
el vuestro, que desconfía,
y si amarlo es osadía,
no publicarlo es respeto.
LEONOR: (Cierta es mi dicha.) Aparte
CAMPANA: Y me admira
que, si en el terso cristal
vuestro hermoso original
tal vez su retrato mira,
ofensa hagáis semejante
a don Diego en presumir
que no sabrá distinguir
del amatista el diamante.
A pesar del sufrimiento,
no os ha dicho su pasión;
que si ha tenido ocasión,
le ha faltado atrevimiento;
mas si cobarde ha callado,
ya no os temerá crüel;
que, pues las partes que en él
habéis visto os dan cuidado,
las que ignoráis, con razón
esperan vuestros favores;
que dibujos exteriores
bosquejos del alma son;
que en calidad y valor,
en discreción y prudencia,
poderle hacer competencia
es la ventaja mayor;
y tanto...
LEONOR: ¡Tened! Decis
que las partes que en él veo
me dan cuidado, y deseo
saber de que lo inferís.
CAMPANA: De que llamarme habéis hecho,
y de que me preguntáis
quién es, y solicitáis
saber quién le abrasa el pecho.
Todo esto muestra cuidado;
y pues que de él no sabéis
mas partes de las que veis,
ellas son las que os le han dado.
LEONOR: De lo que os he dicho yo,
que me da, habéis de inferir,
su asistencia qué sentir;
que cuidar sus partes, no.
CAMPANA: Si no os pareciesen buenas,
ni os diera, señora mía,
qué recatar su porfía,
ni qué imaginar sus penas;
y asi, sus méritos son
causa en vos de esos efetos;
que los indignos sujetos
no merecen atención.
LEONOR: Al fin, ¿por fuerza queréis
que confiese amarle?
CAMPANA: Quiero
que entendáis que yo lo infiero,
no que vos lo confeséis;
que publicar sus cuidados
a la primer diligencia
las señoras, es licencia
de poetas mal mirados,
que escriben, aunque les sobre
la ventura, sin decoro;
mas no de aquellos que el oro
saben distinguir del cobre.
Y así, por no ocasionaros
a incurrir en semejantes
indecencias, me voy antes
que lleguéis a declararos,
pues no poco por agora
mi señor ha conseguido,
supuesto que habéis sabido
que sois vos la que él adora;
y si luego en su ventura
vuestro amor se declarara,
la liviandad apagara
lo que encendió la hermosura.
Vase CAMPANA
LEONOR: ¡Que bien hizo en refrenarme!
Que según estoy, no fuera,
si un punto se detuviera,
posible no declararme.
Sale INÉS
INES: ¿Qué tenemos?
LEONOR: Que he vencido.
El forastero es mi amante.
INÉS: ¿Luego tu amor consonante
su crïado habrá entendido?
LEONOR: Aunque la lengua ocultó
cuanto pudo mis enojos,
en las voces de los ojos
la consonancia entendió.
INÉS: Los celos entran agora
de don Juan y del Marqués.
LEONOR: El secreto importa, Inés;
que aunque es mi amiga Teodora,
es hermana de don Juan,
y solicita su gusto;
y darle a entender no es justo
que he admitido a otro galán.
INÉS: Es verdad, y fuera bien
advertirlo al forastero
y a su crïado.
LEONOR: Yo infiero
que es excusado, pues quien
tanto ha ocultado su amor
a quien lo ha de remediar,
a quien lo puede estorbar
sabrá ocultarlo mejor.
Mas nunca la prevención
dañó. Toma el manto, Inés,
y tú, pues ciega me ves,
puedes con esa ocasión,
como que sale de ti,
por no ofender mi decoro,
darle a entender que le adoro,
y ofrecerle que de mí
alcanzarás que le dé
audiencia esta noche.
INÉS: Piensa
que tu gusto, sin ofensa
de tu opinión, dispondré.
Vanse doña LEONOR e INÉS. Salen con DIEGO, de
color, y el MARQUÉS
MARQUÉS: Digo, pues, que en esta calle
vive preso mi cuidado;
nunca a pisarla he llegado
que en ella también no os halle.
Pesárame de encontrarme
con vos; y pues yo, don Diego,
que con la demanda llego
soy quien debo declararme,
sabed que quien me atormenta
es doña Leonor Girón;
su oriente es aquel balcón,
del sol venturosa afrenta.
Allí vivo y allí muero,
ella es el norte que sigo;
desde Flandes sois mi amigo...
DIEGO: No dígáis mas; que no os quiero
permitir ese cuidado;
que de él os debo sacar
brevemente, por pagar
el que a mí me habéis quitado.
Otra hermosura, Marqués,
adoro, cuyo preceto
me obliga a guardar secreto.
MARQUÉS: No importa saber quién es,
pues con eso voy de vos
satisfecho y obligado.
DIEGO: Vivir podéis confïado
de mi amistad.
MARQUÉS: Guárdeos Dios.
Vase el MARQUÉS
DIEGO: Siendo publico el efeto,
ser secreta la ocasión,
dar a entender la afición
y desmentir el sujeto,
¿cómo puede ser, Teodora?
Y, ¿cómo puede dejar
de asistir y de obligar
quién recela y quien adora?
Sale CAMPANA
CAMPANA: Bien puedes darme, señor,
albricias.
DIEGO: ¿De qué, Campana?
CAMPANA: De que tiene tu amor llana
la dificultad mayor;
que doña Leonor Girón,
que ha notado tus paseos,
me llamó, y de tus deseos
me preguntó la ocasión;
y yo, como la vi mía,
la logré, y le dije que ella
era la candida estrella
que en el mar de amor te guía.
DIEGO: Mal has hecho.
CAMPANA: ¡Bueno es eso!
DIEGO: Echado me has a perder.
Ya no es posible tener
en mi afición buen suceso.
CAMPANA: Cuando imaginé que había
hecho más que si pusiera
una española bandera
en un muro de Turquia,
¿me das ese galardón?
DIEGO: Si; que a Teodora perdí.
CAMPANA: Entremos en cuenta aquí
y estemos a la razón.
Tú dices que te conviene
que nadie entienda que adora
tu ardiente pecho a Teodora,
porque, supuesto que tiene
su hermano tan gran poder,
por su sangre y su dinero,
y eres pobre y forastero,
si lo llegase a saber
primero que tu esperanza
logres con Teodora bella,
recelas en ti y en ella
el remedio y la venganza;
y por esto me has mandado
hacer, trazar y fingir
cuanto no fuere decir
que es Teodora tu cuidado.
¿Es todo esto asi, señor?
DIEGO: Todo es así.
CAMPANA: Escucha agora.
Si has de seguir a Teodora
y disimular su amor,
si a su casa noche y día
has de asistir y mirar,
y esto no se ha de ocultar,
¿qué mejor traza podía
haber dado, que fingir
que es Leonor la que te abrasa
pues vive en su misma casa?
Y junto con desmentir
sospechas, si viene a darte
entrada en ella, podrás
ver a Teodora, y saldrás,
si ambas están de tu parte,
del riesgo en que estás agora,
obligadas de tu amor,
con el engaño Leonor,
y con la verdad Teodora.
DIEGO: Y en llegando a colegir
Leonor que a Teodora quiero,
dime tú, ¿qué fin espero?
Que mal se le ha de encubrir
siendo su vecina.
CAMPANA: Mira,
pasar con facilidad
la mentira por verdad,
y la verdad por mentira;
que ella ya lo ha presumido
y yo le he dicho, señor,
que por encubrir su amor,
el de Teodora has fingido.
DIEGO: ¿Que lo cierto ha sospechado?
CAMPANA: Y de suerte lo afirmó,
que si engañándola yo
no la hubiera deslumbrado,
ésta sin duda es la hora
que te diera por perdido,
porque lo hubiera sabido
don Sancho, que es de Teodora
amante, su mano espera;
y, con esto, en el honor
le toca, y así Leonor,
su hermana, se lo dijera.
DIEGO: Dices bien e hiciste bien.
CAMPANA: ¡Gloria a Dios! Asegurarte,
y, como dicen, sangrarte
en salud, será también
acertado, y prevenir
a Leonor, si hay ocasión
de hablarla, que la aficion
fingida has de proseguir
con Teodora; que supuesto
que los dos le habéis de dar
por puntos qué sospechar,
la asegurarás con esto.
DIEGO: Sí; pero falta que aplique
remedio a un nuevo cuidado,
supuesto que he asegurado
hoy al marqués don Fadrique
de que a Leonor no pretendo,
de quien él es ciego amante.
CAMPANA: Esto es lo mas importante
al fin que vas previniendo,
pues te dispone su amor
lo mismo que tu pudieras
desear; que cuando quieras
desengañar a Leonor,
lo fundaras con razon
en los celos del marqués,
pues de un poderoso es
vitoria la pretensión.
DIEGO: No está la dificultad
en eso; la del marqués
siento sólo.
CAMPANA: No lo es,
supuesto que la verdad
llevas, señor de tu parte;
y debajo de secreto,
si te vieres en aprieto,
puedes con él declararte;
que mientras los casos dan
remedio más importante,
vivir y trampa adelante,
es en la corte refrán.
DIEGO: Fuerza es, al fin, por agora
proseguirlo; que mi amor
si desengaña a Leonor,
se declara por Teodora;
que es lo que estoy recelando.
Vase don DIEGO. Sale INÉS, con manto, tapada
y haciendo señas con la cabeza que la sigan
INÉS: Ya me han visto.
CAMPANA: Una tapada
salió de allá, y recatada
por señas nos va llamando.
DIEGO: Sigámosla, pues que Amor
me dice que es mensajera
de Teodora.
CAMPANA: Mas, ¿qué fuera
si lo fuese de Leonor?
Vanse todos. Salen don JUAN, de camino, doña TEODORA, don
SANCHO, y CONSTANZA a la sala
JUAN: Hermana, don Sancho queda,
mientras vuelvo, en mi lugar,
ya que no puedo excusar
la partida.
SANCHO: En cuanto pueda,
procuraré que Teodora
no os eche menos.
JUAN: Mirad
que os toca su honor.
SANCHO: Fïad
de lo que mi fe la adora,
su regalo y mi asistencia;
que en lo que toca a su honor,
suplir sabrá su valor,
mejor que yo vuestra ausencia.
Don JUAN habla aparte a doña TEODORA
JUAN: Dame los brazos, y advierte
sólo que me va la vida
en hallarte reducida,
cuando vuelva, hermana, a verte,
a ser de don Sancho esposa;
pues trocando solamente,
a mi firme amor consiente
que goce a Leonor hermosa.
TEODORA: El cielo os traiga a mis ojos
con salud.
Llora
JUAN: Sancho, adiós.
Vase don JUAN
SANCHO: Él quiera que de los dos
cesen, don Juan, los enojos
cuando del Betis volváis
a Manzanares. Teodora,
no lloréis si de la aurora
ser afrenta no intentáis,
ni agravéis mi fe constante
con sentimiento tan vano,
si las penas de un hermano
puede aliviar un amante.
TEODORA: Yo estimo, como es razón,
las mercedes que me hacéis.
(Mas las lagrimas que veis, Aparte
no nacen del corazon;
que para hablar a don Diego
Salen doña LEONOR e INÉS
LEONOR: ¿Quién será este forastero,
que tan falso y recatado
hace con tanto cuidado
de nuestra calle terrero?
INÉS: De esta casa el primer suelo
es primer cielo, señora,
de la luna de Teodora;
y el segundo es cuarto cielo
de tu sol, cuyo arrebol
da al alba perlas que llore;
y no es posible que adore
la luna, si ha visto el sol.
LEONOR: ¡Quién supiera la verdad
de sus intentos!
INÉS: Leonor,
¿es curiosidad o amor?
LEONOR: Agora es curiosidad,
y está en saber su intención
ser amor.
INÉS: Dame a entender
cómo puede proceder
de saberla, tu afición.
LEONOR: Si tocas de un instrumento
sola una cuerda, verás
que están mudas las demás,
si es disonante su acento;
más si alguna está en distancia
y en consonancia debida,
suena sin tocarla, herida
sólo de la consonancia
de aquella que se tocó;
que mostrar el cielo quiso
la virtud, en este aviso,
de la amistad. Así yo
tengo en tal punto templada
mi pasión, que si supiere
que este galán no me quiere,
será muda o será nada;
mas si adora mi favor,
tocado sólo del viento
de su consonante acento,
sonará también mi amor.
INÉS: Pues si logras este empleo,
de don Juan, ¿qué hemos de hacer?
LEONOR: Poco sentiré perder
lo que ganar no deseo.
Por concierto se ha tratado
conmigo su casamiento;
provecho, y no gusto, siento
en admitir su cuidado.
Y si el forastero es cierto
que me quiere y me merece,
noble, como lo parece,
donde hay amor no hay concierto.
INÉS: Pues de ese cuidado quiero
sacarte.
LEONOR: ¿Cómo?
INÉS: Un crïado
que siempre, señora, al lado
he visto del forastero,
me hace señas, y en la calle
le vi agora; y pues estás
sola conmigo, si das
licencia, quiero llamalle.
LEONOR: Bien dices. Llámale, pues;
y porque venir podría
mi hermano, ponte en espía
en ese balcón, Inés.
INÉS: Ya conoces mi cuidado.
Vase INÉS
LEONOR: No con severo rigor
le niegues la dicha, amor,
a quien la ocasión has dado.
No siempre el dorado arpón
a costa de penas dé
los gustos.
Sale INÉS
INÉS: Ya le llamé,
y sube.
LEONOR: Ponte al balcon.
Amor tengo, y mucho amor,
pues tan turbada le espero.
Vase INÉS y sale CAMPANA
CAMPANA: (La dicha del forastero Aparte
me negoció este favor.
La mozuela se ha rendido
a las señas que le he hecho...
Pero, ¿qué miro? Sospecho
que en el puerto me he perdido.)
Quiere irse CAMPANA
LEONOR: Volved, mancebo.
CAMPANA: Venía...
LEONOR: No os turbéis; yo os he mandado
llamar.
CAMPANA: (Presto me ha faltado Aparte
la dicha que ya creía.)
¿No queréis que me turbara
luego que a veros llegué,
puesto que me deslumbré
de ver el sol cara a cara?
LEONOR: ¿Cómo os llamáis?
CAMPANA: Tengo el nombre
más hinchado y campanudo
que siendo de mujer, pudo
ponerse jamás con hombre,
y el que da cada mañana
a todo preste dormido
más enfadoso rüido.
LEONOR: Decid ya cuál, es.
CAMPANA: Campana.
LEONOR: ¿Quién es ese caballero
a quien servís?
CAMPANA: Claro está,
pues le sirvo, que será
mi amo.
LEONOR: Su nombre quiero
saber.
CAMPANA: Don Diego de Luna.
LEONOR: ¡Buena alcuña!
CAMPANA: ¡Y cómo buena!
Por ser de rayos tan llena,
tiene opuesta la Fortuna.
LEONOR: Pues no le conozco yo,
forastero le imagino.
CAMPANA: No es sino hijo de vecino
del lugar donde nació.
LEONOR: Ya me obligáis a pensar
que oculta prendas mayores.
CAMPANA: ¿Por qué?
LEONOR: Porque es de señores
traer consigo un juglar.
CAMPANA: Cuando imagino que os doy
gusto en esto, ¿os enfadáis?
LEONOR: Sí; que de burlas estáis
cuando de veras estoy;
y con ellas, porque quiero
abreviarlas, os diré
la ocasión por qué os llamé.
Decid a ese caballero
que quien este cuarto habita
es doña Leonor Girón,
cuya sangre y opinión
al sol mismo rayos quita;
que yo he de tomar estado
con hacienda y calidad,
con hermosura y edad
que a mil nobles da cuidado;
y que su mucho asistir
en esta calle, y mirar
a esta casa, puede dar
contra mi honor qué decir;
que su afición importuna
declare a quién solicita,
que a muchas desacredita,
sin obligar a ninguna;
y si, por ventura, es cierto,
como presumo, que adora
la belleza de Teodora,
lo dé a entender; que le advierto
que si constante porfía
ocultando la ocasión,
de las demás la opinión
aseguraré en la mía,
con dar a mi hermano cuenta
de mi ofensa y de su injuria,
porque con violenta furia
ponga remedio en mi afrenta.
Quiere irse doña LEONOR
CAMPANA: ¡Oíd, por Dios!
LEONOR: ¿Qué queréis?
CAMPANA: Pues de vuestro enojo ciego
al arcabuz distes fuego,
que la respuesta escuchéis;
que ya que os habéis llegado
tan de veras a enojar,
de plano he de confesar
al potro de vuestro enfado.
LEONOR: (Bien le he obligado a decir Aparte
la verdad sin declararme.)
CAMPANA: (El caso viene a obligarme, Aparte
por deslumbrarla, a mentir;
que así quiero la intención
de don Diego asegurar,
pues tanto importa ocultar
que es Teodora su afición.)
Don Diego, señora, os vio;
que en esto se cifra todo,
pues decir que os vio es el modo
de asegurar que os amó;
y si algun indicio ha dado
de amar a doña Teodora,
es disimulo, señora,
no verdad de su cuidado;
porque es tan alto sujeto,
el vuestro, que desconfía,
y si amarlo es osadía,
no publicarlo es respeto.
LEONOR: (Cierta es mi dicha.) Aparte
CAMPANA: Y me admira
que, si en el terso cristal
vuestro hermoso original
tal vez su retrato mira,
ofensa hagáis semejante
a don Diego en presumir
que no sabrá distinguir
del amatista el diamante.
A pesar del sufrimiento,
no os ha dicho su pasión;
que si ha tenido ocasión,
le ha faltado atrevimiento;
mas si cobarde ha callado,
ya no os temerá crüel;
que, pues las partes que en él
habéis visto os dan cuidado,
las que ignoráis, con razón
esperan vuestros favores;
que dibujos exteriores
bosquejos del alma son;
que en calidad y valor,
en discreción y prudencia,
poderle hacer competencia
es la ventaja mayor;
y tanto...
LEONOR: ¡Tened! Decis
que las partes que en él veo
me dan cuidado, y deseo
saber de que lo inferís.
CAMPANA: De que llamarme habéis hecho,
y de que me preguntáis
quién es, y solicitáis
saber quién le abrasa el pecho.
Todo esto muestra cuidado;
y pues que de él no sabéis
mas partes de las que veis,
ellas son las que os le han dado.
LEONOR: De lo que os he dicho yo,
que me da, habéis de inferir,
su asistencia qué sentir;
que cuidar sus partes, no.
CAMPANA: Si no os pareciesen buenas,
ni os diera, señora mía,
qué recatar su porfía,
ni qué imaginar sus penas;
y asi, sus méritos son
causa en vos de esos efetos;
que los indignos sujetos
no merecen atención.
LEONOR: Al fin, ¿por fuerza queréis
que confiese amarle?
CAMPANA: Quiero
que entendáis que yo lo infiero,
no que vos lo confeséis;
que publicar sus cuidados
a la primer diligencia
las señoras, es licencia
de poetas mal mirados,
que escriben, aunque les sobre
la ventura, sin decoro;
mas no de aquellos que el oro
saben distinguir del cobre.
Y así, por no ocasionaros
a incurrir en semejantes
indecencias, me voy antes
que lleguéis a declararos,
pues no poco por agora
mi señor ha conseguido,
supuesto que habéis sabido
que sois vos la que él adora;
y si luego en su ventura
vuestro amor se declarara,
la liviandad apagara
lo que encendió la hermosura.
Vase CAMPANA
LEONOR: ¡Que bien hizo en refrenarme!
Que según estoy, no fuera,
si un punto se detuviera,
posible no declararme.
Sale INÉS
INES: ¿Qué tenemos?
LEONOR: Que he vencido.
El forastero es mi amante.
INÉS: ¿Luego tu amor consonante
su crïado habrá entendido?
LEONOR: Aunque la lengua ocultó
cuanto pudo mis enojos,
en las voces de los ojos
la consonancia entendió.
INÉS: Los celos entran agora
de don Juan y del Marqués.
LEONOR: El secreto importa, Inés;
que aunque es mi amiga Teodora,
es hermana de don Juan,
y solicita su gusto;
y darle a entender no es justo
que he admitido a otro galán.
INÉS: Es verdad, y fuera bien
advertirlo al forastero
y a su crïado.
LEONOR: Yo infiero
que es excusado, pues quien
tanto ha ocultado su amor
a quien lo ha de remediar,
a quien lo puede estorbar
sabrá ocultarlo mejor.
Mas nunca la prevención
dañó. Toma el manto, Inés,
y tú, pues ciega me ves,
puedes con esa ocasión,
como que sale de ti,
por no ofender mi decoro,
darle a entender que le adoro,
y ofrecerle que de mí
alcanzarás que le dé
audiencia esta noche.
INÉS: Piensa
que tu gusto, sin ofensa
de tu opinión, dispondré.
Vanse doña LEONOR e INÉS. Salen con DIEGO, de
color, y el MARQUÉS
MARQUÉS: Digo, pues, que en esta calle
vive preso mi cuidado;
nunca a pisarla he llegado
que en ella también no os halle.
Pesárame de encontrarme
con vos; y pues yo, don Diego,
que con la demanda llego
soy quien debo declararme,
sabed que quien me atormenta
es doña Leonor Girón;
su oriente es aquel balcón,
del sol venturosa afrenta.
Allí vivo y allí muero,
ella es el norte que sigo;
desde Flandes sois mi amigo...
DIEGO: No dígáis mas; que no os quiero
permitir ese cuidado;
que de él os debo sacar
brevemente, por pagar
el que a mí me habéis quitado.
Otra hermosura, Marqués,
adoro, cuyo preceto
me obliga a guardar secreto.
MARQUÉS: No importa saber quién es,
pues con eso voy de vos
satisfecho y obligado.
DIEGO: Vivir podéis confïado
de mi amistad.
MARQUÉS: Guárdeos Dios.
Vase el MARQUÉS
DIEGO: Siendo publico el efeto,
ser secreta la ocasión,
dar a entender la afición
y desmentir el sujeto,
¿cómo puede ser, Teodora?
Y, ¿cómo puede dejar
de asistir y de obligar
quién recela y quien adora?
Sale CAMPANA
CAMPANA: Bien puedes darme, señor,
albricias.
DIEGO: ¿De qué, Campana?
CAMPANA: De que tiene tu amor llana
la dificultad mayor;
que doña Leonor Girón,
que ha notado tus paseos,
me llamó, y de tus deseos
me preguntó la ocasión;
y yo, como la vi mía,
la logré, y le dije que ella
era la candida estrella
que en el mar de amor te guía.
DIEGO: Mal has hecho.
CAMPANA: ¡Bueno es eso!
DIEGO: Echado me has a perder.
Ya no es posible tener
en mi afición buen suceso.
CAMPANA: Cuando imaginé que había
hecho más que si pusiera
una española bandera
en un muro de Turquia,
¿me das ese galardón?
DIEGO: Si; que a Teodora perdí.
CAMPANA: Entremos en cuenta aquí
y estemos a la razón.
Tú dices que te conviene
que nadie entienda que adora
tu ardiente pecho a Teodora,
porque, supuesto que tiene
su hermano tan gran poder,
por su sangre y su dinero,
y eres pobre y forastero,
si lo llegase a saber
primero que tu esperanza
logres con Teodora bella,
recelas en ti y en ella
el remedio y la venganza;
y por esto me has mandado
hacer, trazar y fingir
cuanto no fuere decir
que es Teodora tu cuidado.
¿Es todo esto asi, señor?
DIEGO: Todo es así.
CAMPANA: Escucha agora.
Si has de seguir a Teodora
y disimular su amor,
si a su casa noche y día
has de asistir y mirar,
y esto no se ha de ocultar,
¿qué mejor traza podía
haber dado, que fingir
que es Leonor la que te abrasa
pues vive en su misma casa?
Y junto con desmentir
sospechas, si viene a darte
entrada en ella, podrás
ver a Teodora, y saldrás,
si ambas están de tu parte,
del riesgo en que estás agora,
obligadas de tu amor,
con el engaño Leonor,
y con la verdad Teodora.
DIEGO: Y en llegando a colegir
Leonor que a Teodora quiero,
dime tú, ¿qué fin espero?
Que mal se le ha de encubrir
siendo su vecina.
CAMPANA: Mira,
pasar con facilidad
la mentira por verdad,
y la verdad por mentira;
que ella ya lo ha presumido
y yo le he dicho, señor,
que por encubrir su amor,
el de Teodora has fingido.
DIEGO: ¿Que lo cierto ha sospechado?
CAMPANA: Y de suerte lo afirmó,
que si engañándola yo
no la hubiera deslumbrado,
ésta sin duda es la hora
que te diera por perdido,
porque lo hubiera sabido
don Sancho, que es de Teodora
amante, su mano espera;
y, con esto, en el honor
le toca, y así Leonor,
su hermana, se lo dijera.
DIEGO: Dices bien e hiciste bien.
CAMPANA: ¡Gloria a Dios! Asegurarte,
y, como dicen, sangrarte
en salud, será también
acertado, y prevenir
a Leonor, si hay ocasión
de hablarla, que la aficion
fingida has de proseguir
con Teodora; que supuesto
que los dos le habéis de dar
por puntos qué sospechar,
la asegurarás con esto.
DIEGO: Sí; pero falta que aplique
remedio a un nuevo cuidado,
supuesto que he asegurado
hoy al marqués don Fadrique
de que a Leonor no pretendo,
de quien él es ciego amante.
CAMPANA: Esto es lo mas importante
al fin que vas previniendo,
pues te dispone su amor
lo mismo que tu pudieras
desear; que cuando quieras
desengañar a Leonor,
lo fundaras con razon
en los celos del marqués,
pues de un poderoso es
vitoria la pretensión.
DIEGO: No está la dificultad
en eso; la del marqués
siento sólo.
CAMPANA: No lo es,
supuesto que la verdad
llevas, señor de tu parte;
y debajo de secreto,
si te vieres en aprieto,
puedes con él declararte;
que mientras los casos dan
remedio más importante,
vivir y trampa adelante,
es en la corte refrán.
DIEGO: Fuerza es, al fin, por agora
proseguirlo; que mi amor
si desengaña a Leonor,
se declara por Teodora;
que es lo que estoy recelando.
Vase don DIEGO. Sale INÉS, con manto, tapada
y haciendo señas con la cabeza que la sigan
INÉS: Ya me han visto.
CAMPANA: Una tapada
salió de allá, y recatada
por señas nos va llamando.
DIEGO: Sigámosla, pues que Amor
me dice que es mensajera
de Teodora.
CAMPANA: Mas, ¿qué fuera
si lo fuese de Leonor?
Vanse todos. Salen don JUAN, de camino, doña TEODORA, don
SANCHO, y CONSTANZA a la sala
JUAN: Hermana, don Sancho queda,
mientras vuelvo, en mi lugar,
ya que no puedo excusar
la partida.
SANCHO: En cuanto pueda,
procuraré que Teodora
no os eche menos.
JUAN: Mirad
que os toca su honor.
SANCHO: Fïad
de lo que mi fe la adora,
su regalo y mi asistencia;
que en lo que toca a su honor,
suplir sabrá su valor,
mejor que yo vuestra ausencia.
Don JUAN habla aparte a doña TEODORA
JUAN: Dame los brazos, y advierte
sólo que me va la vida
en hallarte reducida,
cuando vuelva, hermana, a verte,
a ser de don Sancho esposa;
pues trocando solamente,
a mi firme amor consiente
que goce a Leonor hermosa.
TEODORA: El cielo os traiga a mis ojos
con salud.
Llora
JUAN: Sancho, adiós.
Vase don JUAN
SANCHO: Él quiera que de los dos
cesen, don Juan, los enojos
cuando del Betis volváis
a Manzanares. Teodora,
no lloréis si de la aurora
ser afrenta no intentáis,
ni agravéis mi fe constante
con sentimiento tan vano,
si las penas de un hermano
puede aliviar un amante.
TEODORA: Yo estimo, como es razón,
las mercedes que me hacéis.
(Mas las lagrimas que veis, Aparte
no nacen del corazon;
que para hablar a don Diego
Los empeños de un engaño
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Autor:
Agustín Moreto
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- Categoría: Biografías, literatura y estudios literarios, Obras de teatro, textos teatrales, Textos antiguos, clásicos y medievales
- Temática: Obras de teatro, textos teatrales, Textos antiguos, clásicos y medievales
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- Idioma: Español / Castellano