Lluvia de estrellas
Las oraciones
(Las Plegarias correspondidas)
Esta noche ha caído sobre el bosque pío,
una lluvia de estrellas licuadas;
transfiguradas en cristal de rocío;
al alba, fulgían potentes sus rayos latentes,
posadas en bocas de sedas que hablan calladas.
Quebrada su imagen por brisa en la charca,
desleídos sus brillos, plegada su marcha;
son traviesos delfines de astros huidos de casa
que, disfrazados de aljobar, se mecen en corolas rosadas;
son lágrimas que serpean sobre copas aladas,
trenzando la voz del perfume con vahos de escarcha;
y, suspirantes, confidentes de luz, en ellas posadas,
devolvían colores de nácar que al alba robaran;
y al paso del oro fulgente que inundó la mañana,
estallaban destellos tan altos que atravesaban del cielo las almas.
Clarines sonoros, dardos irritados de furia sublime, de alas;
fiebre de inmenso diamante que rebosa su entraña,
restallando, disuelta en jirones del iris,
en la orgía pagana de un sueño de Osiris,
como sangre de astros hidrófobos que, del sol al beso, su luz estalla.
Y al quebrarse los tallos del húmedo brezo,
y al peso de líquidos jazmines que fueron estrellas,
y al poso amoroso de la luz al beso...,
¡se embriagó la mañana fulgente en centellas!
?
se abrieron estremecidos los pomos de rosas enamoradas;
amatistas de lises, ramajes que ocultan dalias encantadas,
y frías los broches rutilantes de errantes pavesas mojadas
¡qué fueron rebaño de esplendores en divinas majadas!
¡Caída de estrellas en lluvia de amores!
Hacen bien esas flores del cielo,
en la embriaguez luminosa de su vuelo;
en tránsito de centellas,
desde celeste distancia fundiendo el hielo,
dejar de ser estrellas...,
por ser cristal de diamante en rosas de terciopelo.
hacen bien en escuchar a las flores de la tierra;
y en placer doloroso, rasgando el velo,
compartir, de distintos hogares,
el calor en celo,
de esa fuente de amor que el cosmos encierra;
luego, inmoladas en vapor de oración más alto que el incienso,
hacia el Dios elevan dolientes preces humanas de mensaje intenso.
Hacen bien esas flores del cielo.,
de enamorarse de las flores de la tierra,
y beber; ángeles del etéreo,
en el Horéb milagroso de la piedra.
Hacen bien en bajar por sentirse amadas.
hacen bien en amar intensamente apiadadas.
Hacen bien en cambiarse asombradas,
en sigilo iniciático de sibila cumana,
en un canto divino de fuegos internos,
y, en ansia profunda de besos intensos,
una alta armonía de astros excelsos,...
¡por honda miseria humana!.
Las oraciones
(Las Plegarias correspondidas)
Esta noche ha caído sobre el bosque pío,
una lluvia de estrellas licuadas;
transfiguradas en cristal de rocío;
al alba, fulgían potentes sus rayos latentes,
posadas en bocas de sedas que hablan calladas.
Quebrada su imagen por brisa en la charca,
desleídos sus brillos, plegada su marcha;
son traviesos delfines de astros huidos de casa
que, disfrazados de aljobar, se mecen en corolas rosadas;
son lágrimas que serpean sobre copas aladas,
trenzando la voz del perfume con vahos de escarcha;
y, suspirantes, confidentes de luz, en ellas posadas,
devolvían colores de nácar que al alba robaran;
y al paso del oro fulgente que inundó la mañana,
estallaban destellos tan altos que atravesaban del cielo las almas.
Clarines sonoros, dardos irritados de furia sublime, de alas;
fiebre de inmenso diamante que rebosa su entraña,
restallando, disuelta en jirones del iris,
en la orgía pagana de un sueño de Osiris,
como sangre de astros hidrófobos que, del sol al beso, su luz estalla.
Y al quebrarse los tallos del húmedo brezo,
y al peso de líquidos jazmines que fueron estrellas,
y al poso amoroso de la luz al beso...,
¡se embriagó la mañana fulgente en centellas!
?
se abrieron estremecidos los pomos de rosas enamoradas;
amatistas de lises, ramajes que ocultan dalias encantadas,
y frías los broches rutilantes de errantes pavesas mojadas
¡qué fueron rebaño de esplendores en divinas majadas!
¡Caída de estrellas en lluvia de amores!
Hacen bien esas flores del cielo,
en la embriaguez luminosa de su vuelo;
en tránsito de centellas,
desde celeste distancia fundiendo el hielo,
dejar de ser estrellas...,
por ser cristal de diamante en rosas de terciopelo.
hacen bien en escuchar a las flores de la tierra;
y en placer doloroso, rasgando el velo,
compartir, de distintos hogares,
el calor en celo,
de esa fuente de amor que el cosmos encierra;
luego, inmoladas en vapor de oración más alto que el incienso,
hacia el Dios elevan dolientes preces humanas de mensaje intenso.
Hacen bien esas flores del cielo.,
de enamorarse de las flores de la tierra,
y beber; ángeles del etéreo,
en el Horéb milagroso de la piedra.
Hacen bien en bajar por sentirse amadas.
hacen bien en amar intensamente apiadadas.
Hacen bien en cambiarse asombradas,
en sigilo iniciático de sibila cumana,
en un canto divino de fuegos internos,
y, en ansia profunda de besos intensos,
una alta armonía de astros excelsos,...
¡por honda miseria humana!.
Salmos al crepusculo del mundo, Versos Mediumnicos
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Autor:
Lorenzo J. Noguera Fabra
- Código del producto: 5245
- Colección: Poesía
- Categoría: Biografías, literatura y estudios literarios, Poesía
- Temática: Poesía de poetas individuales
-
ISBN:
- 9788498214550 - Papel Cómpralo aquí
- Tamaño: 140 x 210 mm
- Páginas: 236
- Idioma: Español / Castellano
- Interior: B&N (Alta)