JORNADA PRIMERA
Plaza delante del palacio.
ESCENA PRIMERA
ALEJANDRO, TEBANDRO, LUCIANO, MOCLÍN.
LUCIANOOtra vez a mis brazos,
De tan firme amistad eternos lazos
Sean, noble Alejandro.
ALEJANDRODocto Luciano, capitán Tebandro,
Que hoy le debe a tu diestra
Tan alto imperio Scitia, patria nuestra;
Y a tu pluma, Luciano,
Honor del griego, envidia del tebano,
Para ser, sin segundo,
La enseñanza política del mundo.
TEBANDRONo de su Imperio excluyas tu nobleza,
Que aunque debe a mi diestra
Muchas de las provincias que avasalla,
A ti te debe, no en menor batalla,
El gobierno, de todos venerado,
Siendo en la paz supremo magistrado.
MOCLÍN¿Ni abrazo para mí, ni deuda queda?
Déjenme algo que deberme pueda
Scitia, y abrácenme.
LUCIANO Moclín amigo.
MOCLÍNY caballero de Moclín, pues sigo
A mi amo, que en Creta enamorado,
En Minotauro ya se ha transformado.
TEBANDROPues ¿qué te debe Scitia?
MOCLÍN Más que a
todos,
Pues en las guerras que con Creta tiene,
Cuando mi amo a sosegarlas viene,
Soy de estas paces plenipotenciario,
Y ya me debe un año de salario.
ALEJANDROPues, Luciano, Tebandro, amigos míos,
¿Qué ha sido la ocasión desta venida?
Aunque no es maravilla,
Cuando en el mundo está, por desusada,
La amistad de los tres tan celebrada.
TEBANDROYa sabes, Alejandro, que a las paces
Del rey de Creta, nuestro feudatario,
El Senado en su corte te ha tenido,
Y para efetuar este concierto
El ejército tengo en sus fronteras,
Para entrar por su reino con más veras
Si este designio de la paz no es cierto.
Estando pues, para cumplir el plazo
Que el Senado me dio por su decreto,
Para que suspendiese al golpe el brazo,
A mi oído llegó con vivo efeto,
De Margarita la amorosa fama,
Hija del rey, a cuyo casamiento
Los príncipes vecinos junta y llama,
Y arrebatado a tan feliz intento,
Vengo a ver de secreto su hermosura,
Por si acaso, cesando la venganza,
Lograr pudiera en ella mi ventura,
Las paces de la patria y mi esperanza.
LUCIANOY yo, Alejandro, viendo en este empeño
Hoy a Tebandro, nuestro fiel amigo,
Por si ayudarle puedo a hacerle dueño
Desta ventura, con lealtad le sigo,
Por tener más noticia desta corte,
Donde ya muchas veces he asistido,
Con que a su intento serviré de norte,
Pues ya sabéis cuán deseado ha sido
Del Rey y la princesa Margarita,
A cuyo claro ingenio no limita
La esfera de mujer, y ha deseado
Que logre mis estudios a su lado.
MOCLÍNHombres de mil demonios, ¿estáis locos?
¿Tenéis sesos? o ¿acaso habéis querido
Quitarle a mi pobre amo aquellos pocos
Que le han quedado? ¿A eso habéis venido,
Cuando él muriendo está, de puro tierno,
Por aquesa princesa del infierno?
TEBANDROMoclín , ¿qué dices?
MOCLÍN Que esa Margarita
Es la perla por quien se precipita
Al mar de amor, adonde se congela
De ingratitud tirana que la hiela;
Más según en su pecho alza la roncha,
No pienso yo que es perla, sino concha.
LUCIANOAlejandro, ¿qué es esto?
ALEJANDRO Amigos
míos,
Si el mar en que de amor los desvaríos
Me tienen, queréis ver, daré al aliento
Fuerzas con que renueve mi tormento.
LUCIANONo lo dilates.
TEBANDRO Sólo eso esperamos.
ALEJANDROOíd atentos.
LUCIANODi; que ya escuchamos.
ALEJANDROYa sabéis, nobles amigos,
Que las guerras del imperio
Con el rey de Creta han sido
Escándalo destos tiempos.
Tras tantas sangrientas lides,
Sitios y asaltos diversos,
Muertes, ruinas y destrozos
Que se han seguido a estos reinos,
A la paz tan deseada
En nosotros, como en ellos,
Me envió el Senado a Grecia,
Y yo vine, suspendiendo
En tu valeroso brazo
La espada, terror del griego,
En tanto que obraba yo
Con las armas del ingenio.
Llegué a Creta una mañana,
Cuando abril, de flores lleno,
Hace en olorosas auras
Blanda lisonja al aliento.
Antes de entrar en sus muros
Entretejido y cubierto
De verdes olmos, un parque
Remata el áspero ceño
De un monte que, sobre el río
A su cristalino espejo,
Las garzotas de los robles
Le rizan la frente al viento.
Por este frondoso sitio
Entré, y al paso primero,
De los jardines de Chipre
Me dio un retrato el encuentro.
En Margarita y sus damas
Vi oponer el sitio bello
Contra el sol, que le acechaba
Un escuadrón de luceros.
Al saludable ejercicio
Que usa la estación del tiempo
Bajaban de su palacio,
Mas yo entendí que del cielo:
Cotilla, enagua, y valona
Era el traje airoso al cuerpo,
Dando al viento lo que es suyo
Las plumas de los sombreros.
Iban blancas muletillas
Con las manos esgrimiendo;
Que por milagros de amor
Les dio muletas su templo.
Yo, que aún no la conocía,
Embelesado y suspenso,
En las luces de sus ojos
Bebiendo estaba el veneno,
Cuando un rumor impensado
Alborotó su sosiego,
Que ocasionó en mi ventura
Feliz principio a mi empleo.
Acosado un jabalí
De jabalinas y perros,
De un monte, en que a caza andaban
Acaso unos caballeros,
Veloz, rabioso y herido,
Bajaba hasta el parque huyendo.
Venía el furioso bruto
Del rayo con el estruendo,
Dos centellas en los ojos,
Por el tosco hocico abierto
Vertiendo espumosa sangre,
Y del lomo ceniciento
Vueltas las cerdas en flechas,
Y el pardo erizado cuello
De algún venablo partido;
Con que dejando corriendo,
Coral la herida a la yerba
Y fuego al aire el aliento,
Dio en el hermoso escuadrón,
Y del horror del estruendo
Asustados los criados,
Sin hacer defensa huyeron.
Quedó sola Margarita,
Y el bruto, airado y sangriento,
A su rabiosa venganza
Despeñó el curso violento.
Antes que del golpe
Del susto cayó en el suelo;
Mas yo, que vi su peligro,
Desnudando el limpio acero,
Y atravesándome al paso,
Le esperé con tanto acierto,
Que metiéndole la punta
Por entre garganta y pecho,
Quedó por vaina en mi espada
Desde las ancas al cuello.
Volví luego a Margarita,
Que sin voz y sin aliento,
Sobre la alfombra del prado
Estaba así el rostro bello:
Vueltos los ojos y el clavel partido,
Las perlas de sus dientes asomadas;
Que con estar sus luces apagadas,
No perdieron sus labios lo encendido.
Más blancura logró descolorido
El jazmín de su frente en las rosadas
Mejillas, como en flores deshojadas,
A trechos el color quedó esparcido.
Como quien ha deshecho un ramillete,
Cuyo vulgo de flores más vistoso
Queda esparcido en menos compostura;
Así del verde prado en el tapete
El ramillete de su rostro hermoso
Perdió la unión, creciendo la hermosura.
En la voz de sus criados
Conocí, cuando volvieron,
La princesa Margarita,
Que volvió, con sus acentos,
Como el sol, que entre la nube
Que cubrió sus rayos bellos,
Con más luz el horizonte
Llena de esplendores nuevos.
Agradeció mi fineza,
Dije mi nombre y mi intento,
Acompañéla a palacio;
Recibióme todo el reino
Con regocijos, grandezas,
Fiestas y aplausos diversos;
Y yo, a su gracia admitido,
Di a entender al Rey que el medio
Para ajustar estas paces
Era nuestro casamiento.
Agradóle mi designio;
Pero es costumbre en el reino
Que las princesas elijan
A su esposo, aunque propuesto
Plaza delante del palacio.
ESCENA PRIMERA
ALEJANDRO, TEBANDRO, LUCIANO, MOCLÍN.
LUCIANOOtra vez a mis brazos,
De tan firme amistad eternos lazos
Sean, noble Alejandro.
ALEJANDRODocto Luciano, capitán Tebandro,
Que hoy le debe a tu diestra
Tan alto imperio Scitia, patria nuestra;
Y a tu pluma, Luciano,
Honor del griego, envidia del tebano,
Para ser, sin segundo,
La enseñanza política del mundo.
TEBANDRONo de su Imperio excluyas tu nobleza,
Que aunque debe a mi diestra
Muchas de las provincias que avasalla,
A ti te debe, no en menor batalla,
El gobierno, de todos venerado,
Siendo en la paz supremo magistrado.
MOCLÍN¿Ni abrazo para mí, ni deuda queda?
Déjenme algo que deberme pueda
Scitia, y abrácenme.
LUCIANO Moclín amigo.
MOCLÍNY caballero de Moclín, pues sigo
A mi amo, que en Creta enamorado,
En Minotauro ya se ha transformado.
TEBANDROPues ¿qué te debe Scitia?
MOCLÍN Más que a
todos,
Pues en las guerras que con Creta tiene,
Cuando mi amo a sosegarlas viene,
Soy de estas paces plenipotenciario,
Y ya me debe un año de salario.
ALEJANDROPues, Luciano, Tebandro, amigos míos,
¿Qué ha sido la ocasión desta venida?
Aunque no es maravilla,
Cuando en el mundo está, por desusada,
La amistad de los tres tan celebrada.
TEBANDROYa sabes, Alejandro, que a las paces
Del rey de Creta, nuestro feudatario,
El Senado en su corte te ha tenido,
Y para efetuar este concierto
El ejército tengo en sus fronteras,
Para entrar por su reino con más veras
Si este designio de la paz no es cierto.
Estando pues, para cumplir el plazo
Que el Senado me dio por su decreto,
Para que suspendiese al golpe el brazo,
A mi oído llegó con vivo efeto,
De Margarita la amorosa fama,
Hija del rey, a cuyo casamiento
Los príncipes vecinos junta y llama,
Y arrebatado a tan feliz intento,
Vengo a ver de secreto su hermosura,
Por si acaso, cesando la venganza,
Lograr pudiera en ella mi ventura,
Las paces de la patria y mi esperanza.
LUCIANOY yo, Alejandro, viendo en este empeño
Hoy a Tebandro, nuestro fiel amigo,
Por si ayudarle puedo a hacerle dueño
Desta ventura, con lealtad le sigo,
Por tener más noticia desta corte,
Donde ya muchas veces he asistido,
Con que a su intento serviré de norte,
Pues ya sabéis cuán deseado ha sido
Del Rey y la princesa Margarita,
A cuyo claro ingenio no limita
La esfera de mujer, y ha deseado
Que logre mis estudios a su lado.
MOCLÍNHombres de mil demonios, ¿estáis locos?
¿Tenéis sesos? o ¿acaso habéis querido
Quitarle a mi pobre amo aquellos pocos
Que le han quedado? ¿A eso habéis venido,
Cuando él muriendo está, de puro tierno,
Por aquesa princesa del infierno?
TEBANDROMoclín , ¿qué dices?
MOCLÍN Que esa Margarita
Es la perla por quien se precipita
Al mar de amor, adonde se congela
De ingratitud tirana que la hiela;
Más según en su pecho alza la roncha,
No pienso yo que es perla, sino concha.
LUCIANOAlejandro, ¿qué es esto?
ALEJANDRO Amigos
míos,
Si el mar en que de amor los desvaríos
Me tienen, queréis ver, daré al aliento
Fuerzas con que renueve mi tormento.
LUCIANONo lo dilates.
TEBANDRO Sólo eso esperamos.
ALEJANDROOíd atentos.
LUCIANODi; que ya escuchamos.
ALEJANDROYa sabéis, nobles amigos,
Que las guerras del imperio
Con el rey de Creta han sido
Escándalo destos tiempos.
Tras tantas sangrientas lides,
Sitios y asaltos diversos,
Muertes, ruinas y destrozos
Que se han seguido a estos reinos,
A la paz tan deseada
En nosotros, como en ellos,
Me envió el Senado a Grecia,
Y yo vine, suspendiendo
En tu valeroso brazo
La espada, terror del griego,
En tanto que obraba yo
Con las armas del ingenio.
Llegué a Creta una mañana,
Cuando abril, de flores lleno,
Hace en olorosas auras
Blanda lisonja al aliento.
Antes de entrar en sus muros
Entretejido y cubierto
De verdes olmos, un parque
Remata el áspero ceño
De un monte que, sobre el río
A su cristalino espejo,
Las garzotas de los robles
Le rizan la frente al viento.
Por este frondoso sitio
Entré, y al paso primero,
De los jardines de Chipre
Me dio un retrato el encuentro.
En Margarita y sus damas
Vi oponer el sitio bello
Contra el sol, que le acechaba
Un escuadrón de luceros.
Al saludable ejercicio
Que usa la estación del tiempo
Bajaban de su palacio,
Mas yo entendí que del cielo:
Cotilla, enagua, y valona
Era el traje airoso al cuerpo,
Dando al viento lo que es suyo
Las plumas de los sombreros.
Iban blancas muletillas
Con las manos esgrimiendo;
Que por milagros de amor
Les dio muletas su templo.
Yo, que aún no la conocía,
Embelesado y suspenso,
En las luces de sus ojos
Bebiendo estaba el veneno,
Cuando un rumor impensado
Alborotó su sosiego,
Que ocasionó en mi ventura
Feliz principio a mi empleo.
Acosado un jabalí
De jabalinas y perros,
De un monte, en que a caza andaban
Acaso unos caballeros,
Veloz, rabioso y herido,
Bajaba hasta el parque huyendo.
Venía el furioso bruto
Del rayo con el estruendo,
Dos centellas en los ojos,
Por el tosco hocico abierto
Vertiendo espumosa sangre,
Y del lomo ceniciento
Vueltas las cerdas en flechas,
Y el pardo erizado cuello
De algún venablo partido;
Con que dejando corriendo,
Coral la herida a la yerba
Y fuego al aire el aliento,
Dio en el hermoso escuadrón,
Y del horror del estruendo
Asustados los criados,
Sin hacer defensa huyeron.
Quedó sola Margarita,
Y el bruto, airado y sangriento,
A su rabiosa venganza
Despeñó el curso violento.
Antes que del golpe
Del susto cayó en el suelo;
Mas yo, que vi su peligro,
Desnudando el limpio acero,
Y atravesándome al paso,
Le esperé con tanto acierto,
Que metiéndole la punta
Por entre garganta y pecho,
Quedó por vaina en mi espada
Desde las ancas al cuello.
Volví luego a Margarita,
Que sin voz y sin aliento,
Sobre la alfombra del prado
Estaba así el rostro bello:
Vueltos los ojos y el clavel partido,
Las perlas de sus dientes asomadas;
Que con estar sus luces apagadas,
No perdieron sus labios lo encendido.
Más blancura logró descolorido
El jazmín de su frente en las rosadas
Mejillas, como en flores deshojadas,
A trechos el color quedó esparcido.
Como quien ha deshecho un ramillete,
Cuyo vulgo de flores más vistoso
Queda esparcido en menos compostura;
Así del verde prado en el tapete
El ramillete de su rostro hermoso
Perdió la unión, creciendo la hermosura.
En la voz de sus criados
Conocí, cuando volvieron,
La princesa Margarita,
Que volvió, con sus acentos,
Como el sol, que entre la nube
Que cubrió sus rayos bellos,
Con más luz el horizonte
Llena de esplendores nuevos.
Agradeció mi fineza,
Dije mi nombre y mi intento,
Acompañéla a palacio;
Recibióme todo el reino
Con regocijos, grandezas,
Fiestas y aplausos diversos;
Y yo, a su gracia admitido,
Di a entender al Rey que el medio
Para ajustar estas paces
Era nuestro casamiento.
Agradóle mi designio;
Pero es costumbre en el reino
Que las princesas elijan
A su esposo, aunque propuesto
El poder de la amistad
-
Autor:
Agustín Moreto
- Código del producto: 693
- Categoría: Biografías, literatura y estudios literarios, Obras de teatro, textos teatrales
- Temática: Obras de teatro, textos teatrales
-
ISBN:
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- Idioma: Español / Castellano