Cruzaba el Atlántico desde New York a Madrid, cuando coincidí con un antiguo compañero de universidad. Al reconocernos, nos saludamos dándonos un fuerte abrazo.?¿Qué es de tu vida? ?le pregunté.?¡En América! ?me respondió. Afortunadamente, el avión no estaba lleno y pudimos sentarnos juntos durante el resto del vuelo. El viaje fue bastante tranquilo, a pesar de que el tiempo era tormentoso y, de vez en cuando, sentíamos los baches del aire que azotaba nuestro avión. Al aterrizar en el aeropuerto de Barajas, de Madrid, el tiempo había cambiado totalmente, luciendo un sol espléndido. Ya en la sala de recogida de equipajes pregunté a Pedro, mi amigo, si deseaba que le llevara a Madrid. ?Mi hermana vendrá a recogerme y podríamos dejarte en tu hotel. ¿Qué te parece? ?De acuerdo, ?contestó. Durante el vuelo me dijo que su lugar de residencia era New York y que solamente en ocasiones de trabajo venía a España. Entre los cristales de separación de la sala de equipajes la pude ver haciendo señas desde la sala de espera. ?¡Mira, allí está mi hermana! ?exclamé al tiempo que fuimos a su encuentro.